viernes, 4 de septiembre de 2009

"...Ya que no bastan los huesos y la carne para construir un rostro, y es por eso que es infinitamente menos fìsico que el cuerpo: está calificado por la mirada, por el rictus de la boca, por las arrugas, por todo ese conjunto de sutiles atributos con que el alma se revela a traés de la carne. Razón por la cual, en el instante mismo que alguien muere, su cuerpo se transforma en algo bruscamente distinto, tan distinto como para que podamos decir "no parece la misma persona", no obstante tener los mismos huesos y la misma materia que un segundo antes, un segundo antes de ese misterioso momento en que le alma se retira del cuerpo y en que éste queda tan muerto como queda una casa cuando se retiran para siempre los seres que la habitaban y, sobre todo que se amaron y sufrieron en ella. Pues, no son ni la sparedes, ni el techo, ni el piso lo que las individualiza la casa sino esos seres que la viven con esas conversaciones, sus risas, con sus amores y odios; seres que impregnan la casa de algo inmaterial pero profundo, de algo tan poco material como es al sonrisa en un rostro, aunque sea mendiante objetos físicos como alfombras, libros o colores. Pues los cuadros que vemos en sobre las paredes, los colores con que han sido pintadas las puertas y ventanas, el diseño de las alfombras, las flores que encontramos en los cuartos, los discos y libros, aunque objetos materiales (como también pertencen a la carne los labios y las cejas), son, sin embargo, manifestaciones del alma; ya que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos materiales sino por medio de la materia, y eso es una precariedad del alma pero también una curiosa sutileza..."

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